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Dentro de la cámara débilmente iluminada, yo, Dominic Lastchance, el Regente Sabbat, me encontraba sentado en solemne contemplación. El aire estaba cargado de anticipación, mientras antorchas parpadeantes proyectaban sombras alargadas sobre las antiguas paredes de piedra. Inquieto, esperaba la llegada de mis informantes, quienes traían noticias que darían forma al tejido mismo de nuestra existencia.

A medida que entraban, sus voces se apagaban y ansiosas, les hice un gesto para que hablaran. Sus palabras llevaban consigo un peso de urgencia, susurrando sobre una hechicera que, sintiéndose irrespetada por la audacia del Cardenal Sascha Vykos al desafiarla, le había lanzado una maldición. No era debido a ningún espionaje clandestino de parte de Sascha misma, sino más bien a su atrevimiento de hacer afirmaciones sobre las propias actividades de la hechicera.


Una oleada de ira recorrió mis venas inmortales, mezclándose con la profunda tristeza que atravesaba mi corazón. ¿Cómo podía esta hechicera, una compañera sirviente de la Oscuridad, desatar sus poderes sobre el Cardenal Vykos por simplemente afirmar su presencia y dedicación a nuestra causa? Sus acciones no solo violaban la unidad que consideramos sagrada, sino que también socavaban la autoridad que ejercemos como líderes del Sabbat.


Sin embargo, mientras mi ira arreciaba, una sombría realización se asentaba en mi antigua alma. Habíamos entrado en una era en la que las consecuencias de nuestras acciones tenían un peso mayor, donde cada elección y sus repercusiones estaban entrelazadas. Era un tiempo que exigía una consideración cuidadosa y respuestas mesuradas. Ya no podíamos actuar impunemente, pues las consecuencias de nuestros actos se extendían mucho más allá de nuestras intenciones inmediatas.


La frustración que me embargaba era doble. Como un vampiro anciano que había presenciado el flujo y reflujo de innumerables civilizaciones, luchaba con las complejidades de este mundo cambiante. Las palabras y acciones tenían un significado amplificado, y nosotros, los devotos seguidores de la Oscuridad, teníamos la responsabilidad de navegar este paisaje cambiante con sabiduría y discernimiento.


La anticipación crecía en mí, no solo por la resolución que buscábamos, sino también por las lecciones que esta prueba nos impartiría. La hechicera, motivada por su orgullo herido y su deseo de mantener el control, había traspasado los límites de nuestra fe compartida. Como el Regente Sabbat, me correspondía asegurarme de que se hiciera justicia, proteger a aquellos que abrazaban nuestro compromiso inquebrantable y preservar el delicado equilibrio de nuestras creencias.


Levantándome de mi asiento, un formidable trono tallado en los huesos de almas olvidadas, convocé a mis confiables Cardenales y Arzobispos. Juntos, deliberaríamos y trazaríamos estrategias, combinando nuestra ira justa con la firme determinación requerida en esta nueva era. Que este relato sirva como un recordatorio para todos mis hermanos en el Sabbat de que permanecemos vigilantes, listos para exigir responsabilidades a aquellos que abusan de sus poderes. Poseemos el mismo poder y habilidad como siervos de la oscuridad, y no dudaremos en ejercerlo. Confrontemos esta transgresión con una unidad inquebrantable, firmes en nuestro compromiso de reclamar nuestra autoridad y salvaguardar la integridad de nuestras creencias sagradas.

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Saludos, compañeros hermanos de la noche,


Hoy me veo obligado a compartir con vosotros un encuentro que me ha dejado perplejo y, osaría decir, entretenido. Parece ser que una antigua miembro de nuestro estimado culto, a quien me referiré como "la Intrusa Insensata", ha resurgido, tratando de reclamar su perdido estatus y exigir ser reconocida como una autoproclamada diosa. ¡Oh, la audacia!

Permítanme darles una breve historia para

iluminar los orígenes de esta alma extraviada. La Intrusa Insensata, en su momento miembro entre nuestras filas, fue desterrada por sus maquinaciones traicioneras. Intentó sembrar la discordia, difundiendo mentiras maliciosas entre nuestros hermanos en un intento de enfrentar la sangre contra la sangre. Lamentablemente, su malévolo plan fracasó y fue justamente desechada, desterrada de nuestro sagrado reino.


Hoy mismo, recibí un mensaje de la propia Intrusa Insensata, lleno de delirios de grandeza y demandas sobre nuestros secretos sagrados. Tuvo la desfachatez de insultarme por mi orientación sexual, insinuando que yo, el Señor Oscuro y Regente del Sabbat, siento envidia de su posesión de una vagina. Tales intentos patéticos de socavar mi incomparabilidad revelan su desesperación e ignorancia.


En su errada creencia de que se encuentra por encima de nuestra esfera de influencia, la Intrusa Insensata hizo osadas exigencias para ser reconocida como una diosa, buscando extraer nuestro conocimiento sobre las disciplinas de la sangre. Poco comprende la necedad de sus acciones, pues no se da cuenta de que nuestro poder trasciende esas limitaciones mortales. Nosotros, los vampiros más antiguos, los progenitores de nuestra especie, somos semejantes a dioses de la sangre, sin necesidad de validación ancestral.


¡Qué divertido es presenciar la arrogancia de aquellos que subestiman nuestra sabiduría y fortaleza! La Intrusa Insensata, cegada por su propia importancia, no reconoce que nuestros secretos se encuentran resguardados con sumo cuidado. Nuestra lealtad reside en nuestros hermanos, no en impostores que buscan explotar nuestro conocimiento en beneficio personal.


Quede claro para todos aquellos que lean estas palabras que los intentos de la Intrusa Insensata son en vano. Ella seguirá siendo un desterrado, una mera nota al margen en los anales de nuestra historia. Nosotros, los verdaderos amos de la noche, continuaremos floreciendo, unidos por nuestro propósito compartido y nuestra devoción inquebrantable a la oscuridad.


Así pues, queridos hermanos, no nos dejemos influir por las ilusiones de la Intrusa Insensata. Nos alzaremos por encima de sus provocaciones mezquinas y reafirmaremos nuestro compromiso con nuestras antiguas tradiciones y hermandad eterna. Que la sangre que corre por nuestras venas nos recuerde nuestro verdadero poder y el legado indomable que llevamos.


En las sombras habitamos, unidos en nuestra oscuridad.


Regente del Sabbat,


Dominic Lastchance

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Escuchad, vosotros, vampiros novatos, pues yo, el Regente Sabbat, os otorgo los antiguos secretos de Protean, una disciplina de antaño. En las profundidades de este poder yace la llave para desvelar vuestra verdadera esencia, rompiendo el frágil velo de humanidad que sostenéis y revelando la bestia primigenia que reside en vuestra propia alma.


Protean, un don oscuro otorgado por la maldición divina sobre nuestro progenitor, Caín, despoja la máscara que llevamos en la sociedad, dejando al descubierto el poder crudo y el instinto del depredador que mora en nuestro ser. Con esta disciplina, trascenderéis los límites de vuestra forma mortal, abrazando la destreza y ferocidad de los predadores de la naturaleza.

Como discípulos de Protean, aprenderéis a moldear vuestra carne y hueso, transformando vuestra forma en un arma temible. Liberad garras salvajes, afiladas como navajas, capaces de desgarrar carne y hacer añicos huesos. Vuestra destreza física rivalizará con la de las más temibles criaturas del reino animal, otorgándoos una fuerza y agilidad inigualables.


Pero escuchad mis palabras, jóvenes, pues la disciplina de Protean no se doma fácilmente. A medida que profundicéis en sus misterios, podríais encontrar que vuestro cuerpo se transforma y contorsiona más allá de vuestro propio control. Vuestras emociones, vuestros impulsos primales, moldearán vuestra forma física, a menudo conduciéndoos a situaciones que desnudan vuestra verdadera naturaleza y vulnerabilidad.


Los Gangrel, guerreros de la naturaleza, han abrazado Protean desde hace tiempo como su propia disciplina, la cual les concede la supervivencia en tierras indómitas, agudizando sus sentidos hasta el filo y entrelazándolos estrechamente con el mundo natural. Ellos se funden con las bestias, fusionando sus espíritus e instintos.


Sin embargo, la influencia de Protean se extiende más allá de los Gangrel. El Seguidores de Set, ahora emplea esta disciplina para imitar a las serpientes del pasado, invocando el poder ancestral a través del abrazo de Protean. Los Tzimisce, maestros de Vicissitude, fusionan Protean con su arte de la plasmación de la carne, retorciendo sus cuerpos en formas grotescas y aterradoras.


Al seguir el sendero de Protean, avanzad con cautela, pues su poder es tanto una bendición como una maldición. Abrazad a vuestra bestia interior, aprovechad su fuerza y liberad vuestros instintos primales. No obstante, recordad que el camino de Protean conduce al precipicio de la salvajería, donde la línea entre depredador y presa se difumina y el hambre interior crece más y más fuerte.


Tomad precaución, jóvenes vampiros, pues la disciplina de Protean es una puerta hacia vuestra verdadera naturaleza. Abrazadla, empuñadla y ascenderéis por encima de las débiles cadenas de la humanidad, convirtiéndoos en una criatura de poder, temida y reverenciada por todos aquellos que se atrevan a cruzar vuestro camino. Pues en Protean reside la esencia del poder del Sabbat, y con ella forjaremos nuestro destino en el reino de la noche eterna.


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